9.3.17

¿Para qué sirve la huelga del sector educativo?



Hoy 9 de marzo de 2017 asistimos a una nueva jornada reivindicativa en el sector educativo. Todos los asalariados del sector están llamados a la huelga y los estudiantes a paralizar sus obligaciones lectivas (los estudiantes no hacen huelga, por definición).

Según entiendo, una jornada de estas características tiene por finalidad trasladar al gobierno el malestar de ciertas personas o grupos con sus políticas para el sector. Por lo tanto, entiendo que el objetivo de la movilización -huelga de asalariados y paro de estudiantes- es lograr que el mayor número de asalariados y estudiantes se sumen a la misma para que el gobierno reciba una clara señal de que un amplio número de personas afectadas por su política sectorial la rechazan.

Si mi juicio es correcto, entonces sospecho que tal vez la actual organización de la jornada reivindicativa está impidiendo que la jornada cumpla satisfactoriamente con su papel, al menos en la universidad, que es lo que conozco más de cerca.

Dos son, a mi entender, los problemas organizativos que confronta la movilización:

1. Por un lado, esta mañana me he encontrado con gente en la puerta de la facultad controlando e impidiendo el libre acceso a la misma. También realizaban tareas informativas, según tengo entendido, pero yo no recibí instrucción alguna. Tampoco la solicité, ciertamente.

2, Por otro lado, hasta donde yo sé, para el profesorado, al menos, existe un registro de aquellos que deciden secundar la huelga. Sin embargo, este registro en la universidad es voluntario, con lo cual muchos de los que secundan la huelga no se registran, bien por desinformación, desidia, desinterés o simplemente por temor a perder el salario correspondiente a la jornada de huelga. De todas formas, lo que los lleva a no declarar ante el patrono que están en huelga carece de relevancia para lo que nos ocupa. El caso es que, mayoritariamente, no lo hacen.

Bien, pues siendo estos los hechos, no puedo evitar preguntarme:

1. ¿Cómo podemos conocer el número de asalariados y estudiantes que voluntariamente han secundado la huelga y el paro?

Y, consecuentemente:

2. ¿Cómo puede el gobierno saber si un amplio grupo de los afectados por sus políticas están descontentos con las mismas?

Y de el gobierno no hallar la forma de saberlo, con cierta precisión al menos, lo cual parece razonable, dados los hechos producto del actual modelo organizativo de la movilización, entonces:

3. ¿Para qué sirve la huelga y el paro?

Como intuyo que la correcta respuesta a esta última pregunta no resultará demasiado atractiva para los organizadores de la jornada reivindicativa, me atrevo a sugerirles un par de pequeños cambios en su modelo organizativo:

1. Prescindir de las personas que informan sobre los diferentes aspectos de la movilización al tiempo que controlan y limitan el acceso a los centros de trabajo de unos y de estudios de otros.

2. Instar a aquellos asalariados que secundan la huelga a registrarse e, incluso, exigir por parte de la autoridad competente un registro obligatorio y fidedigno de todos aquellos que voluntariamente y en ejercicio de sus derechos constitucionales secundan la huelga.

Creo, sinceramente, que con estas dos pequeñas modificaciones del modelo organizativo, la jornada reivindicativa cumpliría mucho más eficientemente su papel, que no es otro -según entiendo, claro está- que trasladar al gobierno el presunto malestar de una parte de la comunidad educativa con su política sectorial. Desafortunadamente, dada la situación actual motivada por las deficiencias organizativas señaladas, después de la jornada reivindicativa continuamos sin conocer con precisión que parte de la comunidad educativa comparte el presunto malestar proclamado por los promotores de la jornada.

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