12.10.17

Fornicar, emborracharse y conseguir oro

La expedición

En 1529 Francisco Pizarro pasa un año en Toledo esperando a que el Consejo de Indias le diese audiencia y le permitiese iniciar la conquista de los territorios de la costa del pacífico ecuatorial de Sudamérica que había explorado en dos expediciones previas. Como tantos súbditos del emperador Carlos V, cada día hacía cola para que lo recibiesen y poder presentar sus demandas. Era un hombre analfabeto de 53 años, hijo bastardo de un hidalgo, mal vestido, sin ninguna recomendación de algún noble y acompañado de dos indígenas y un marinero griego que venían del asentamiento de Panamá. Un perfecto don nadie. Finalmente, lo nombran Caballero de Santiago y estipulan que llame Nueva Castilla a los territorios que conquiste de los cuales será gobernador y capitán general. A su socio Diego de Almagro lo nombran hidalgo y a su otro socio el sacerdote-mercader Alonso de Luque le otorgan el obispado de la futura colonia, ambos aguardaban en Panamá por los frutos de las gestiones de Pizarro al que le habían financiado el viaje. La corona le  presta una cantidad pequeña de dinero y establecen que debe reunir una expedición de al menos 150 voluntarios.

Con la intención de reclutar voluntarios, Pizarro se dirige a Trujillo, su ciudad natal, donde tiene parientes que le ayudan a organizar el alistamiento de los voluntarios. Consigue reclutar 17 voluntarios entre los que están sus hermanos Hernando y Gonzalo. Es decir, ni la corona-prestamista ni sus vecinos tenían muchas expectativas sobre los frutos de la expedición, es fácil imaginar que solo los miserables más desesperados se unieron a su expedición. El grupo de harapientos aspirantes a colonos de las Indias se dirige a Sevilla para acabar de reclutar los voluntarios y aprovisionar sus naves. Probablemente sufrirían el ataque de alguna banda de forajidos que se dedicaban a desplumar a los desgraciados que transitaban por los caminos hacia Sevilla en busca de una vida mejor en las Indias. Pizarro consigue en tres meses 120 voluntarios y tres naves, Santiago, La Trinidad y San Antonio. Zarpa de Sevilla a escondidas ya que no había logrado la cantidad de voluntarios estipulada y temía que la Casa de Contratación no le dejase partir.

En Panamá, tras aplacar la furia de sus socios que no se sentían satisfechos con lo obtenido por Pizarro, tuvo que buscar nuevos colonos y más prestamistas que financiaran la expedición. Finalmente consiguen armar una expedición de 250 hombres (de ellos solo unos 50 sabían leer o escribir) que junto a algunos caballos zarpan a finales de 1530. 

La tierra prometida

La expedición arriba al actual golfo de Guayaquil y establece campamento en la isla de La Puna donde durante meses esperan refuerzos mientras padecen hambre y se enfrentan a los indígenas. En abril de 1531 parten hacia el continente y emprenden el camino por la selva ecuatorial hacia el sur dirección al actual Perú. La dirección de su expedición la obtenían de la información que les daban los indígenas sobre dónde se podían encontrar riquezas, básicamente les preguntaban «amablemente» dónde había oro para apropiárselo. Además, de paso violaban a las mujeres y mataban a todo aquel que se les enfrentaba o se oponía a sus deseos. Por el camino son testigos de las consecuencias de la cruel guerra civil que durante los años previos a su llegada enfrenta a los incas partidarios de Atahualpa y de Huáscar, dos de los hijos de Huayna Cápac. Esta guerra civil representó un golpe de suerte para el éxito de la expedición.
Carta del golfo de Guayaquil donde se puede ver la isla de Puna donde Pizarro estableció su primer campamento.

Huayna Cápac fue el emperador inca que llevó al apogéo la dominación inca en sudamérica y que murió en 1527. Para su entierro se sacrificaron mil sirvientes para que le dieran servicio en el más allá. En los seis meses posteriores a la muerte de Huayna Cápac cientos de miles de personas perecieron en la guerra civil, la población del imperio Inca en la época se estima en 12 millones. La guerra civil finalizó cuando Huáscar es capturado cerca de Cuzco. Allí fue encerrado en una jaula de madera y obligado a presenciar el asesinato de todos los miembros de su familia incluida su joven hermana-reina (los incas practicaban el incesto), cuyos cuerpos fueron colocados en estacas a lo largo de la ruta norte de la antigua capital imperial (Huayna Cápac había llevado la capital a Quito). Luego los generales de Atahualpa llevaron a Huáscar y a su madre hasta un río donde también les dieron matarile. Así que la expedición de Pizarro en su camino hacia el sur fue encontrándose con cuerpos colgados y caciques de ciudades destruidas quejándose de Atahualpa « de cómo los había destruido y muerto mucha gente: que de diez o doce mil de sus indios que tenía no le había dejado más de tres mil...»

Así se fueron al encuentro de Atahualpa que se encontraba acampado cerca de la ciudad de Cajamarca, ya sobre aviso de la llegada de los extranjeros. Tras atravesar la cordillera de los Andes (algunas de las cumbres rondaban 4000 m de altitud)  consiguieron llegar a las inmediaciones de Cajamarca. El viernes 15 de noviembre de 1532 se encuentran por primera vez con Atahualpa y se citan para el día siguiente en la ciudad de Cajamarca.  Al día siguiente Atahualpa y unos 40.000 guerreros recorrieron el camino hacia Cajamarca que previamente habían adornado con los cadáveres de 300 de sus guerreros que se habían asustado del caballo de uno de los capitanes de Pizarro. En Cajamarca los esperaban los 160 expedicionarios que habían llegado con Pizarro hasta allí, 60 de ellos a caballo, con sus espadas, lanzas, algunas armas de fuego y un cañón. Los españoles se habían organizado perfectamente para capturar a Atahualpa. Atahualpa, en un evidente error, decidió entrar solo en la ciudad, quería demostar a los españoles y a sus subditos que él los tenía más grandes que nadie, que era un emperador-dios invencible.

En menos de dos horas y sin ninguna baja española, los andrajosos expedicionarios de Pizarro capturaron a Atahualpa y causaron la muerte de unos 8000 indígenas, la mayoría muertos por ahogamiento tras el pánico desatado al ver a Atahualpa prisionero.

¿Cómo fue posible que una banda de andrajosos ignorantes e inexpertos militares derrotasen al ejercito de Atahualpa que representaba una civilización en muchos aspectos superior a los cristianos europeos? Los españoles eran andrajosos e ignorantes pero tenían con ellos instrumentos mucho más avanzados tecnológicamente: armas de fuego, caballos y buques que les dieron una ventaja importante. No menos importante fue el hecho de que la sociedad inca era una sociedad fuertemente centralizada y jerarquizada, algún historiador ha descrito la sociedad inca como un imperio socialista. Cuando capturaron a Atahualpa el imperio se desmoronó igual que se desmoronaron los 40.000 guerreros de su ejército ante la visión de su dios viviente, desnudo y encadenado rogando a sus captores por su vida. Tampoco hay que menospreciar la determinación de los expedicionarios para conquistar la riquezas. Una determinación fraguada en muchos años de miseria que les llevó a superar dificultades inimaginables impulsados por el deseo de enriquecerse, bien por administrar sus propias tierras bien por obtener botín, o ambos. 

En las semanas siguientes muchos caciques de Atahualpa fueron a declarar su lealtad a los españoles, también empezaron a llegar miles de guerreros de los ejercitos derrotados de Huáscar y miles de indígenas de las tribus esclavizadas por los incas que veían a los españoles como una oportunidad de librarse de una tiranía cruel. En palabras del cacique de los lupaza en un discurso a su pueblo esclavizado por los incas:

«Hermanos, ya no es tiempo del inca ahora y os podéis volver a vuestra tierra cada uno»

En menos de dos horas, una banda de harapientos muertos de hambre cambió la historia de América y del mundo.


Referencias:
Francisco Pizarro. (2005). Stuart Stirling. Editorial El Ateneo.

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